Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. 1 Pedro 3:8-12
Llama poderosamente la atención, la violencia que flota en el ambiente, y eso a todo nivel y usando el medio que sea; francamente es hasta irritante, la cantidad de insultos y palabras tan descomedidas que van y vienen, y lo peor de este asunto es que nuestros niños están precisamente siendo testigos de una u otra forma de todo ello, al punto que nos queda complicado evitar que ellos escuchen semejantes improperios, lo cual empeora todo, porque ellos luego repetirán todo lo que escuchan. La Palabra hoy nos llama a reflexionar sobre la importancia de tener una conciencia limpia, y esta tiene mucho que ver precisamente con el tipo de lenguaje que estamos usando y la forma como hablamos a las personas; se pide tolerancia por todas partes, pero no es suficiente, porque quien está tolerando algo, no recibe nada a cambio, en algunos casos, más insultos. Es necesario desarmar por completo el corazón de la gente, muchos dicen creer en Dios, amarlo, etc., pero van por allí dañando a su prójimo. Considerémonos, dice la Palabra, inferiores a los otros, esto quiere decir, que dejemos el orgullo y miremos a los demás, como iguales a nosotros, por tanto tratémosle bien. Bendiciones.
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