1 Pedro 2:24 NVI

“Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados”.

Hay preguntas que en nuestra vida como cristianos es necesario que nos formulemos, como por ejemplo, ¿Nos juzgaría tan duramente el Señor frente a la falta que hemos cometido?, y porque es necesario hacerse esta pregunta, sencillo, porque la mayoría de las veces cuando fallamos, los jueces más duros y difíciles que debemos enfrentar somos nosotros mismos, olvidando que Jesús no vino al mundo a llamar personas perfectas, sino por el contrario, Él siempre buscó pecadores que de corazón y con humildad se arrepintieran de su pecado, para glorificarse en sus vidas y de esta manera enaltecer el nombre de Su Padre.

Jesús es nuestro redentor, por amor a nosotros entregó hasta la última gota de sangre que había en Su cuerpo, para restituirnos, limpiarnos, restaurarnos y darnos la salvación, enseñando que nuestro buen Dios odia al pecado pero ama al pecador, que siempre tendremos una esperanza en Su nombre, y ahora en Consolador nos acompaña, haciendo más llevaderas nuestras cargas, manteniendo la comunión con el Padre y dándonos la oportunidad del arrepentimiento genuino para alcanzar favor y gracia de parte del Cielo.

La invitación que nos hace el Señor Jesús es a que vivamos por fe, a que entendamos que no somos perfectos y que nuestro amado Dios lo sabes, y es por ello que Él juzga corazones, Él esta viendo el esfuerzo que estás haciendo por dejar aquello que esta mal, y te quiere ayudar a salir adelante, Él sabe lo difícil de la situación que estás viviendo, pero también es Él quien tiene nuevas fuerzas para ti, sólo necesitas creer, confiar y entregarle todo a Papá Dios para que el peso de Su gloria se active sobre tu vida, y entonces cosas realmente portentosas verás ocurrir para la gloria y honra de Dios.

Reto del día: Perdónate a ti mismo el día de hoy, reconoce que no eres perfecto pero que Dios si lo es y que será Él quien perfeccione la obra en ti, haciendo de ti no lo que los demás ven sino lo que Él quiere que seas.

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