Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Servirle a Dios no solamente es un acto de obediencia y gratitud, es una condición que nos mantiene alertas y felices, es algo que nos ayuda a comprender la magnitud de su poder y misericordia, porque siendo nosotros tan imperfectos, nos rescató, nos llamó y nos eligió. Ahora bien, el hecho de servirle a Dios nos llena de un regocijo, y es ahí donde comienza nuestra recompensa de parte del Dios, porque cuando compartimos nuestra fe con alguien y esa persona va cambiando su estilo de vida, se acerca cada día más al Señor, eso solamente nos llena de satisfacción; obviamente que tenemos que seguir orando por esa persona, dándole ese buen testimonio que necesita, y ayudándole a crecer en su fe; pero eso nos hace sentir útiles con otros.

Además de todo esto, el Señor nos promete que estará con nosotros, hasta el fin de todo, y allí precisamente se complementa esa recompensa que Dios nos promete. Hoy meditemos al respecto, no seamos de aquellos que dudan, al contrario, oremos para que mantenga nuestro corazón conforme al suyo, seamos misericordiosos con las personas a nuestro alrededor, así como Cristo ha sido tan misericordioso con nosotros. Es hora ya de “extender el puente”, el mismo que el Señor puso para que pasáramos hacia Él. Bendiciones.

© 2015 Misión Paz
Subir
Encuéntranos: